martes, 13 de enero de 2015

El Hábito y el uniforme de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal...

El Hábito es sin duda lo primero que uno nota en los hermanos y sacerdotes religiosos. Es un signo, a propósito del cual pueden surgir diversas preguntas: "¿Por qué decidieron llevar el hábito religioso?" "¿Por qué gris? ". Esta decisión  responde ante todo a un deseo de fidelidad a la Iglesia, la cual después del Concilio Vatican II volvió a presentar al hábito de los religiosos como "signo de su consagración" (Perfectae caritatis, 17). El hábito es un signo de pertenencia; distingue, designa y recuerda a aquél que lo lleva que éste representa su Comunidad, su Familia Religiosa y por ello, a la Iglesia.

Más precisamente, el hábito religioso es el testimonio de una vida consagrada al Reino de Dios. Así como el hábito envuelve a todo el cuerpo, esta consagración nos toma por completo invitándonos a vivir una consagración  para toda la vida.

Pero ¿qué hábito escoger? Hacía falta una "ropa ordinaria" una ropa de trabajo y apostolado, y los Misioneros de Cristo elegimos un uniforme, adaptándo los colores del hábito en el uniforme.

El Hábito de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal consta de una sotana gris (estilo jesuita) con su alza cuello blanco, banda negra, un crucifijo que cuelga en el pecho para los profesos y zapatos negros.  

El uniforme de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal para postulantes y novicios es pantalón gris, camisa blanca, zapatos negros y la medalla de la santísima Virgen de Guadalupe, patrona de nuestro naciente Instituto. Para los profesos, seminaristas de filosofía y teología al igual que los sacerdotes, es un pantalón gris, zapatos negros, camisa clerical gris o blanca (dependiendo del clima) con alza cuello blanco y un crucifijo que cuelga en el pecho.

El color gris, para la beata María Inés, nuestra fundadora, tenía un valor simbólico que nosotros hemos heredado. El gris, decía ella, nos recuerda la ceniza y el polvo de que estamos hechos, y nos invita a la penitencia. 

Para el Misionero de Cristo para la Iglesia Universal, el  hábito y su uniforme son siempre un recordatorio: algo visible, un símbolo constante, un despertador sin ruido, una señal o bandera. El que va con ropa ordinaria, de paisano, "de muchacho", es uno de tantos, el que va con hábito y uniforme, no. Es un religioso y él es el primer persuadido. No puede permanecer neutral, el traje lo delata. O se hace un mártir o un traidor, si llega el caso. Lo que no puede es quedar en el anonimato, como un cualquiera. Siempre se ha dicho que cuando se desprecia el uniforme, se desprecia la categoría o clase que éste representa.

El hábito y el uniforme son presencia de lo sobrenatural en el mundo: No cabe duda que los símbolos nos rodean por todas partes: señales, banderas, insignias, uniformes... Uno de los que más influjo produce es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta que detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye en los demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según sean las intenciones y conducta de los ciudadanos. Un hábito siempre suscita algo en los que nos rodean. Despierta el sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni siquiera abrir los labios. Al que está bien con Dios le da ánimo, al que tiene enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le produce remordimiento. Muchísima gente, sobre todo jóvenes de hoy, no ponen un pie en la Iglesia. Para todo ellos, ¿qué mejor forma de llevarles el mensaje de Cristo que dejándoles ver a un consagrado? Los fieles han levantando lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores efectos. Los modernistas se quitan los hábitos, rechazan las tradiciones de siempre y después se quejan de la falta de vocaciones. No hay que dudarlo: quitarse el hábito religioso y el uniforme conduce a la desacralización.

En una sociedad secularizada y tendencialmente materialista, donde tienden a desaparecer incluso los signos externos de las realidades sagradas y sobrenaturales, y donde se mueve con regularidad el Misionero de Cristo para la Iglesia Universal, como discípulo-misionero de nuestros tiempos, se siente particularmente la necesidad de que el hombre de Dios sea reconocible a los ojos de la comunidad, también por el vestido que lleva, como signo inequívoco de su dedicación y de la identidad del que desempeña un ministerio público. El religioso debe ser reconocible sobre todo, por su comportamiento, pero también por un modo de vestir, que ponga de manifiesto de modo inmediatamente perceptible por todo fiel -más aún, por todo hombre- su identidad y su pertenencia a Dios y a la Iglesia.

Por esta razón, el Misionero de Cristo utiliza su uniforme, un poco diverso de la manera de vestir de los laicos y conforme a la dignidad de su consagración religiosa.

El Misionero de Cristo para la Iglesia Universal evangeliza siempre,las veinticuatro horas del día y lo puede hacer, gracias a su hábito y a su uniforme, con su sola presencia, sin necesidad de hablar. El se misionero no es un trabajo con un horario marcado; es una vida, una entrega total y sin reservas a Dios. El pueblo de Dios tiene derecho a ver signos. El que desea consagrarse para ser presencia de Cristo debe poder ser identificado como tal para el beneficio de los fieles.

El Misionero de Cristo para la Iglesia Universal sabe que su hábito y su uniforme sirven para preservar de muchos peligros. Sabemos que en el mundo hay quienes quieren hacer creer que el hábito y el uniforme es un obstáculo para que el mensaje de Cristo entre en el mundo mismo. Pero, al suprimirlos, han desaparecido las credenciales y el mismo mensaje. De tal modo, que ya muchos piensan que al primero que hay que salvar es al mismo consagrado que se despojó de su traje de religioso supuestamente para salvar a otros. Hay que reconocer que el hábito y el uniforme fortalece la vocación y disminuye las ocasiones de pecar para el que la viste y los que lo rodean.

El hábito y el uniforme hablan de una ayuda desinteresada a los demás: El pueblo cristiano abre de par en par las puertas al religioso cuyo corazón no tiene fronteras. Las puertas de las oficinas y de los despachos, por altos que sean, se abren ante los hábitos y uniformes religiosos. ¿Quién le niega a quien pide el pan para sus pobres? Todo esto viene tradicionalmente unido a los hábitos. Este prestigio de los religiosos pobres y generosos se ha ido acumulando a base de tiempo, de sacrificios, de abnegación. Y ahora algunos quieren que los religiosos nos desprendamos de esto como si se tratara de un estorbo.

El hábito y el uniforme impone la moderación en el vestir. La Iglesia preserva siempre a los religiosos del vicio de aparentar más de lo que se es y de la ostentación, invitándonos a usa un hábito o un uniforme en los que no caben los lujos. La sotana de nuestro hábito es de una pieza (desde el cuello hasta los pies) y de un solo color (gris). Los ornamentos ricos se dejan para el templo, pues esas distinciones no adornan a la persona sino al ministro de Dios para que dé realce a las ceremonias sagradas. Pero, sin hábito o uniforme, le acosa al religioso la vanidad como a cualquiera: las marcas, calidades de telas, de tejidos, colores, etc. Al ponerse al nivel del mundo, éste lo zarandeará, a merced de sus gustos y caprichos. Habrá de ir con la moda y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba en el desierto cubierto por el palio del profeta tejido con pelos de camello. O se mostrará indigno, vistiendo con lo primero que encuentre, “para parecerse al pobre”, y desprestigiando a su ministerio y a la Iglesia entera. Pobreza no es miseria decía la beata.

El hábito y el uniforme del Misionero de Cristo le in vitan a ser ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del Salvador. La sotana gris le ayuda a practicar la pobreza, el uniforme le hace vivir la humildad en el vestuario y el desprecio a las cosas del mundo. 

El Escudo de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal...

El escudo de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal es el mismo de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, mismo que se aprobó en vida de nuestra madre fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, en la ciudad del Vaticano en noviembre de 1973.

Está dividido en cuatro partes: en la primera, de color rojo, hay tres espigas de trigo ligadas por el tallo, todo en dorado, representando la espiritualidad Eucarística que hace al Misionero de Cristo tener a Jesús Eucaristía como centro de su vida para ser como Él, Pan partido para el mundo de hoy. Cristo es el faro luminoso que guía, la fuerza que sostiene, el amor que llena su soledad; Jesús Eucaristía es su todo.

La segunda parte es azul, tiene una rosa y sobre ella un cometa, ambas cosas en color plateado, recordando al Misionero de Cristo la presencia de María de Guadalupe como su Patrona Principal, ella es la estrella que alumbra su andar y es la rosa de los cuatro vientos que orienta su vida hacia Cristo. El amor filial a la Madre de Dios cuya ayuda maternal pide instantemente y por cuyo medio quiere llevar las almas a Cristo, lo simboliza en la estrella, recordando lo de san Bernardo: Mira la estrella e invoca a María, que se complementa con la rosa, símbolo de la Reina del Tepeyac, la Virgen Santísima de Guadalupe, patrona de toda la Familia Inesiana, quien con rosas pintó su bendita imagen.

La tercera parte, en azul, tiene una lámpara catacumbal encendida. La lámpara es de plata, con la flama color oro. Esta lámpara representa la ofrenda sacerdotal que el Misionero de Cristo hace de su vida, con corazón ardiente que le une a Cristo, sacerdote y víctima. Inmola en aras del amor a su Dios todo su ser, como víctima de holocausto.

La cuarta parte del escudo viene en color rojo y tiene una lira musical, de cinco cuerdas, color oro. Es la lira del corazón del Misionero de Cristo que vive la misión en una alegre entrega, haciendo de su vida un himno de gratitud y de alabanza a Dios. Del corazón del Misionero de Cristo deben salir vibrantes las notas armoniosas de su lira tanto en la alegría como en el dolor. Y la sonrisa será para aquellos con quienes trata, como nectar que endulza las penas, y le lleva a Dios. Toda su espiritualidad la envuelve el Misionero en la alegría tan propia de la Familia Inesiana que lo lleva a vivir plenamente su espíritu.

Al centro del escudo y abarcando los cuatro ángulos, hay un escudito de “Propaganda Fide” en color azul. Tiene el globo terraqueo en plateado, cruzado con una franja color oro, y sobre el globo una pequeña cruz también dorada. Esto le recuerda al Misionero de Cristo que su espíritu es misionero por excelencia, con un corazón "Ad Gentes" que lleva atravezado en su corazón el anhelo de que todos, en el mundo entero, conozcan y amen al Señor.

Arriba del escudo está el lema del instituto: “Oportet Illum Regnare”. Frase que la beata María Inés tomó de la Primeraa Carta de san Pablo a los Corintios (1 Cor 15,25) y  que impulsa el ser y quehacer del Misionero de Cristo: "Urge que Él reine"... es el motor que moviliza, agiliza, hace vida las acciones todas de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal.

Las etapas de formación para llegar a ser un Misionero de Cristo para la Iglesia Universal...

La formación del candidato que ha sido aceptado para formar parte de este instituo misionero se inicia con el "Aspirantado", que es la etapa inicial de formación que tiene como finalidad ayudar al joven a madurar su vida cristiana así como su respuesta vocacional adquiriendo los requisitos necesarios para ser admitido al postulantado. La duración de esta etapa de formación oscila entre seis meses y un año, dependiendo de cada caso concreto.

La formación continúa con el "Postulantado", que es la etapa preparatoria al noviciado en la que el candidato a Misionero de Cristo se inicia en el conocimiento y vivencia del carisma, espíritu y espiritualidad propios del instituto. Esta etapa tiene una duración de seis meses a dos años, tiempo en el cual se debe descubrir si el postulante posee la madurez psicológica y afectiva suficientes y además si muestra aptitudes para la vida religiosa en este instituto. Al finalizar esta etapa el postulante presenta su solicitud al noviciado.

Después viene el "Noviciado", etapa con la que comienza la vida religiosa en un instituto. El noviciado tiene como finalidad que el joven conozca a mayor profundidad la vocación divina tal y como existe en nuestro instituto, aprendiendo así las exigencias esenciales y primarias de la vida religiosa en vistas a conseguir la perfección de la caridad, ejercitando la práctica de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, que por medio de los votos, un día ha de profesar públicamente. Esta etapa de formación busca capacitar al novicio para dar una respuesta personal, madura y libre al compromiso de la consagración a Dios.

En esta etapa, el novicio debe llegar a adquirir la fisonomía característica y el carisma propio del instituto por el conocimiento de la vida, obra y escritos de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, así como de los estatutos, normas y directorios que rigen el instituto. La duración del noviciado es de dos años, pero para su validez es suficiente el llamado año canónico. Si queda alguna duda sobre la idoneidad del novicio puede prorrogarse este tiempo de prueba pero no más de seis meses.

Durante el noviciado se imparten las siguientes materias: Teología de la vida religiosa (Consejos evangélicos y vida comunitaria), Historia de la vida religiosa (particularmente historia del propio instituto), La vida religiosa a la luz de la Sagrada Escritura, Los fundadores hombres del Espíritu (particularmente sobre Nuestra Madre Fundadora), Derecho canónico (Libro II, parte III sobre los Religiosos), Psicología de la vocación, Religión (Catecismo de la Iglesia Universal), Liturgia, Moral, Misionología, Mariología, Eclesiología y Teología Espiritual, incluyendo en todas las materias documentos del Magisterio de la Iglesia.

Terminado el tiempo del noviciado, si se le juzga apto, el novicio podrá ser admitido a la "Profesión Religiosa". Esta etapa es la continuidad preparatoria de formación a los votos perpetuos y es además una etapa que se integra a la formación sacerdotal para aquellos que son llamados por Dios a las órdenes sagradas, esta etapa tiene como finalidad consolidar la fidelidad de los profesos en el seguimiento de Cristo casto, pobre y obediente según la índole propia del instituto.

Sabiendo que la exigencia de la formación no acaba nunca, la congregación proporciona a los profesos un itinerario formativo más extenso, inspirado en el carisma institucional para poder responder a los tiempos modernos de la nueva evangelización que así lo requieren. Mediante conferencias semanales, semanas de estudio en vacaciones, así como el estudio personal de los escritos de la beata María Inés, de otros libros de espiritualidad, misionología y pastoral.

Teniendo en cuenta la naturaleza y las obligaciones propias del estado religioso, los Misioneros de Cristo candidatos al sacerdocio, son encaminados a armonizar estas dos dimensiones de su única vocación misionera, no descuidando ninguna de éstas.

Los hermanos profesos temporales renuevan sus votos cada año. En nuestro instituto se tiene como norma el que se admite a la profesión perpetua después de cinco años de votos temporales (4 renovaciones), en algunos casos se admite a la profesión perpetua después de tres años (2 renovaciones) término mínimo que marca el derecho canónico. Así mismo se puede prolongar el tiempo, pero no más de nueve años de votos temporales (8 renovaciones) para emitir la profesión perpetua como lo marca el derecho universal.

Una vez cumplido el tiempo de los votos temporales, el hermano profeso presenta su solicitud para emitir los votos perpetuos.

Una vez aceptado el profeso temporal emite su "Profesión Perpetua", tomando conciencia de la necesidad de una formación permanente e integral a la luz del magisterio de la Iglesia y en perfecta armonía con el carisma del instituto.

El religioso Misionero de Cristo se sigue siempre formando en diversas actividades para una profundización del carisma, espíritu y espiritualidad: conferencias semanales sobre los escritos de la beata María Inés, lectura comunitaria y personal de los estatutos, normas, directorios. Un mes al año por comunidades locales dedicado a profundizar en la vida, obra y escritos de Nuestra Madre Fundadora. Un mes al año a nivel congregación nos reunimos para convivir, tener ejercicios espirituales, profundizar la doctrina de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Revisión de vida y convivencia con las demás ramas de la Familia Inesiana.

Los religiosos que se sienten llamados a las órdenes sagradas, son enviados a estudiar a alguno de los Seminarios diocesanos cercanos a nuestras comunidades, donde reciben  una formación conforme a los documentos y normas del derecho universal que se complementa con el derecho local de nuestro instituto, dando el tinte misionero "Ad Gentes".

Antes de ser ordenados diáconos, los hermanos en vías al sacerdocio  reciben la candidatura y ejercen durante un tiempo oportuno los ministerios que reciben de lectorado y acolitado.

Antes del diaconado el candidato entrega una declaración escrita de su puño y letra testificando que recibirá el orden sagrado espontánea y libremente, y que se dedicará al ministerio eclesiástico a perpetuidad; pidiendo entonces ser admitido al diaconado.

Antes de la ordenación presbiteral el diácono M.C.I.U. entrega de igual manera una solicitud escrita de su puño y letra en donde solicita ser admitido al presbiterado, testificando que recibirá el orden del presbiterado espontánea y libremente, y que se dedicará al ministerio eclesiástico a perpetuidad.

Una vez admitido, el diácono recibe el orden del presbiterado.

LOS MISIONEROS DE CRISTO PARA LA IGLESIA UNIVERSAL...

El instituto clerical de los "Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal" es una Asociación Pública de fieles Consagrados, sacerdotes y hermanos que, viviendo los votos de castidad, pobreza y obediencia, buscan realizar el carisma misionero que su fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento infundió a esta obra.

Forman parte de la llamada "Familia Inesiana", una familia misionera compuesta, además de los Misioneros de Cristo, por las religiosas "Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento", la comunidad de laicos misioneros "Van-Clar", el instituto secular "Misioneras Inesianas", el "Grupo Sacerdotal Madre Inés" formado por sacerdotes diocesanos y religiosos y, la asociación "Familia Eucarística". La Familia Inesiana fue fundada por la la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

Los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal fueron constituidos como Asociación Pública de fieles consagrados en vías de convertirse en instituto religioso clerical con decreto del 22 de enero de 1988.